martes, 26 de diciembre de 2006

El día que conocí a mis suegros

Hoy conocí a mis suegros, o a los padres de mi novia, para los que quieran reservarme un mínimo de soltería. En esta ocasión fue todo muy sincero. Comenté lo que hacia de mi días, como era mi familia, y hablamos de frivolidades para pasar el tiempo.
Fue diferente al enfrentamiento con mis anteriores suegros. En otros tiempos, no sé si por presión, por presunción, por fama, o simplemente por mentiroso comentaba ficciones. No abría mi interior para contar todas mis miserias, mis noches de juerga, mi sueños de diez de la noche a cuatro de la tarde; más bien me limitaba a poner en presente lo que yo quería llegar a ser en un futuro. Esto era ser un hombre de rutina, ordenado, pero con pasión, protector de la salud física y mental, un buen escritor, deportista, amante del buen vino pero de manera moderada; es decir el equilibrio al que todos alguna vez aspiramos. Toda esta situación hacia que yo lograra un cariño especial desde un comienzo.
Una vez, conocí a un suegro cuando él se ejercitaba en su bicicleta fija. En el instante siguiente al saludo de manos, que por cierto de parte de él fue un buen apretón, le dije:- Lindo día para el ejercicio- con tono simpático, en un acto de compasión intentando que no se aburriera, ya que por mi parte odio toda clase de actividad física individual.- ¿Te gusta andar en bicicletas?- me preguntó, mirando en forma despectiva mis alargadas piernas flacas.Y yo no podía contarle que había tenido un intento de mountain bike entre los dieciséis deportes que practiqué en forma efímera en mi infancia. Por eso contesté:-La verdad me gusta bastante, pero ahora sólo hago spinnig en el gimnasio- y como desviando la atención de él, por si me preguntaba sobre mis andares sobre las dos ruedas, le continué diciendo- porque estoy muy apretado con mi estudio y mi escritura.Luego me arrepentí de haber comentado sobre mi escritura, ya que él era un gran lector. Debí haberlo supuesto, si su casa estaba casi amueblada de libros. Entonces dijo:-Mira vos… ¿escribís?- indagó subestimándome.- Sí, me gusta mucho escribir cuentos- Afirmé, adelantándome con los cuentos, que yo pensaba, eran mi fuerte.- Cuentos, me gustan los cuentos. Me gustaría que algún día me dejaras leer alguno ¿si no te molesta?- me dijo, pidiendo permiso por si yo era uno de esos extraños seudo autistas reservados.- ¡Como me molestaría! Sería un halago para mí que usted leyera mis cuentos. Veo que es un hombre amante de la lectura-Casi gritando le afirmé, mis palabras llenas de protocolo. Mientras se bajaba de su bicicleta y secándose el sudor de la frente, dijo sonriendo:- Me gusta leer, me gusta- y despidiéndose con un saludo de manos, mucho más amistoso que el de apertura, continuó- Bueno querido, fue un gusto conocerte, si quieren algo me avisan.En un principio la relación de él con la ficción que yo era, fue muy buena, pero con el tiempo murió mi alter ego. La defunción se dio por diversas pistas que se me escapaban en mis comentarios, o que yo mismo sin darme cuenta, confesaba.
Descubrió que yo escribía cuentos pésimos, casi sin sentido, infantiles como los de un niño. Y como los de un niño que cursa el quinto grado, más o menos cuando le comienzan a enseñar narración, en una institución con orientación técnico-matemático. Advirtió que realmente no me gustaba hacer spinning; y mucho menos andar saliendo a sudar al aire libre, para que la gente me viera agonizando; y que sólo hacia gimnasio por que mi padre me maltrataba todo el tiempo, diciéndome que era un ocioso improductivo casi convertido en hongo.
Aún así, conmigo, con mi verdadero yo, la relación fue cordial. No sé si en su momento no le prohibió a su hija salir conmigo, porque pensaba que en el fondo yo era un chico bueno, porque a pesar de haber mentido le resulte gracioso, o porque su hija era su debilidad y le habría rogado. En fin, las cosas siguieron bien con él hasta el día de hoy, más allá de que yo no siga con esa novia. Hoy, hasta somos amigos. Él también me mintió, me enteré luego de la ruptura con mi ex. Él tampoco leía, los libros eran de su suegro; y tampoco le gustaba andar en bicicleta, lo hacía por que su mujer no quería acostarse con él, porque decía que estaba muy panzón, y el sexo pasaba de ser placentero a una especie de tortura.Seguramente a los que estén leyendo esto, les paso alguna vez algo similar ¿O me van a decir que no? Que ustedes son unos rebeldes desafiantes, que van, antes de cualquier saludo de cordialidad, y le dicen a su suegro: “Yo soy el que sale con su hija, los días en que ella pide permiso para ir al cine. Eso del cine, una mentira. Tranquila mi amor no te preocupes, sé lo que digo. Y realmente lo que hacemos es ir a disfrutar en algún callejón perdido de la confusión de nuestros cuerpos dentro de mi hermosa Meriva monovolumnen. Para, tranquilízate. Luego, cuando con mis padres y mis hermanos menores me voy de paseo al campo; y el ingenuo de mi padre dice contemplando el paisaje, que no hay nada más bello que el aroma de la naturaleza; yo pienso, mientras sonrió en mi complicidad, que el único olor que siento es de la naturaleza del cuerpo de su hija”.
No, es de conocimiento público que nadie sería tan imprudente, más allá de que sea cierto o no. Y si lo hicieran, es obvio que en el momento siguiente, su suegro pasaría a ser padre de su ex novia.
Esta vez, el encuentro con mis actuales suegros fue diferente, fue sincero. No al punto de un rebelde desafiante, pero sincero. Creo que fue, porque ya llegué a lo que quería ser, o porque ya no me interesa llegar a ningún lado.

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