miércoles, 22 de agosto de 2007

El nacimiento

Era verano. Era el verano del 95. Pedro y Tomas vivían sus novenos años de vida. Como regalo, se les permitía zambullirse sin custodia, en las aguas de la piscina. Habían pasado tres horas los mellizos en esa placenta artificial; de repente, Pedro tuvo una idea. Se trataba de un desafío a Tomás. Un desafío acuático. El reto consistía en quién resistía más tiempo en las profundidades del agua.
Llamaron a su padre para que controlara, quien no dejo de decirles que tuvieran cuidado, que si se les agotaba el aire no se esforzaran y salieran.
Uno, dos y a la cuenta de tres, se sumergieron automáticamente los hermanos.
Transcurrió un minuto, y de la celeste agua surgió agotado Pedro. Aún, con un color violeta y una corta y veloz respiración, sólo se le ocurrió preguntar dónde estaba Tomás. Tomás seguía zambullido en lo más profundo.
Los segundos pasaban, cada vez se hacían más largos. Y Tomás seguía allí.
Veintisiete, veintiocho, veintinueve…Justo en los treinta segundos del segundo minuto, cuando la desesperación vencía al padre que se estaba por meter al agua, salió Tomás. Se lo vio con una serenidad celestial. Pedro en ese instante anunció con unos gritos donde se mezclaban la euforia, el desconcierto y el cloro, que su hermano había ganado, soportando un minuto y medio bajo el agua.
El ganador lleno de orgullo, se limitó a unas palabras:
- Podría haber estado más tiempo, pero decidí salir porque mi cabeza me mostró un túnel con una luz al final. Tuve la sensación de que me alejaba hacia otra parte, pero resistí la tentación...

martes, 31 de julio de 2007

Con sus manos todo parece pollo

-Otra vez pollo...¡mamá, ya estoy harto! Siempre pollo, y si no es pollo, tiene el sabor del pollo ¿Mamá que hay para comer hoy? Pollo ¿Mama que hay para comer hoy? Falanges al formol ¿Qué? ¿Qué es eso? No voy a comer eso. Si, come Lucas, tenes que crecer fuerte y sano ¿Sabor a que tiene? Es como el pollo ¿Mamá que hay para cenar? Ojillo al ajillo ¿Y eso que es? Mis amigos comen salchichas con puré o milanesas, y yo siempre comidas raras, hasta se me burlan. No importa, vos come, así vas a ser bien alto y nadie se va atrever a molestarte. Pero... Vos come. No, no voy a comer, además no lo puedo pinchar, gira por todo el plato ¿Qué es? Vos come, es como el pollo...
-Espere señor ¿Qué más le daban de comer?
-Y le digo, esa fue básicamente mi alimentación. Tanto es así que solo me juntaba, en el colegio, con los chicos que habían comido pollo ese mediodía. Por eso mis amistades siempre fueron esporádicas. Imagínese que no todos comían pollo o sus derivados todos los días. Doctor, unos segundos...
-Disculpé, no lo quería interrumpir, siga por favor.
-Siempre fue un dilema para mi ser o no ser pollo; la respuesta: nunca jamás una cajita feliz. Luego acepte otro tipo alimentación en las personas. Eso, pienso, fue porque madure y comprendí que había otro tipo de gustos. Además me estaba convirtiendo en un clasista, calificando a las personas por la clase de comida que consumían ¿Qué comiste hoy Nico? Tomate relleno Al instante siguiente pasaba a ser Nicolas Marchelli, el olvidado. Mi mamá: Lucas te habla Nicolas. Decile que no vivo más acá. Roque... ¿Qué tal el almuerzo? ¿Pollito? No Lucas, te dije que ayer comí pollo al mediodía, y a la noche lo que sobro. Pero hoy puchero. A Roque Iglesias nunca más lo vi, no es que me importara, me parecía un estúpido. Pero era otra cosa lo que me inquietaba, me molestaba mi actitud caprichosa de pollo o nada. Hasta hubo un tiempo en que me fui a vivir con mi madre al campo, para estar solo con pollos. Por suerte, eso lo supere. Eso si hoy por hoy lo único que como es lo que cocina mi madre, porque además es la única que le da ese gustito a pollo a todas las cosas.
-Comprendo por donde puede llegar a venir su adicción. Las madres generalmente usan la psicología para que su hijos se alimenten con todos los nutrientes que poseen las verduras o ciertas comidas que ellos se rehúsan a injerir. Pero aun no me atrevo a arriesgar. Hay ciertos puntos que no concuerdan, mejor seria que me especifique que le da su madre de comer.
-¿Para que parezca pollo? Y... nose, comidas saborizadas será.
-No, no. Me refiero a sus nombres.
-Ah doctor, no había entendido. Como le decía, falanges al formol, ojillo al ajillo, orejana revuelta al otitis, pollo, riñoncito salteados, niños envueltos.
-Ahora comprendo, pero se equivoco de especialista, el Dr.Lecter podría asistirlo.

viernes, 27 de julio de 2007

Halloween

Bruno se presumía ante el espejo. Se sentía vivo, lleno de vigor. Sus piernas abrazadas por unas calzas, y su cuerpo enfundado entero de hombre murciélago. Se dirigió hacia la fiesta. Un encuentro extraño de jugadores de fútbol, diablos, zorros, zorras, ángeles, árboles. Una extraña ensalada de frutas.
Se deslizó por la pista con un paso travoltesco.
A fuerza de bebidas sus sentidos fueron perdiendo reflejos, pero no lo suficiente como para no detectar algún malhechor.
De pronto divisó una revuelta en el salón, bajo la esfera de lluvia de estrellas. Bruno decidió sumarse, con un “Rayos Robin”: Tanatanatanatana. Golpes por aquí, PUMP!, golpes por allá, PAF! Tanatanatanatana. Una bola de polvo, botas, guantes rodando de derecha a izquierda, de izquierda a derecha. Tanatanatanatana-BATMAAAN.
Así fue como este ratón con alas quedó desplomado en el suelo, mientras unos cuantos pájaros daban vuelta en orbitas alrededor de su cabeza.
El saldo: Dos chichones, uno en cada lateral de su frente; una quebradura de muñeca y unas nauseas producto del alcohol y de los revoleos.
Bruno tomó nuevas cartas en el asunto. Fue directo a la comisaría más cercana. Llegó, y no lo recibió el comisionado Gordón, si no el gordo oficial Topo. El policía se encontraba casi como accesorio de su silla. Inmovilizada así la ley frente a una olivetti empolvada.
El oficial Topo, se puso sus lentes y comenzó a tomar declaraciones. Tecleaba con una desesperante lentitud: Fecha taca-------taca Lugar taca---------taca------taca Hechos taca-------taca------taca-------taca------taca-------taca--------taca-------taca. En el largo tiempo de trascripción del relato Topo entabló una amistad con la historia, se sentía parte de ella. Cuando ya estaba por sellar lo tipeado, levantó la vista y preguntó:
-¿Quienes fueron exactamente los que te atacaron?-
-Una sandia, una manzana y un melón- Bruno contestó.
-Entonces, podemos afirmar que te dieron fruta- Sonrió Topo.

domingo, 22 de julio de 2007

Inspiración

Cuando el sol llega al mediodía y los rayos se cuelan por entre las grietas que se forman de los abrazos de las hojas; en el momento justo en que las palomas cortan con su vuelo las luces mientras sobrevuelan las hamacas del centro de la plaza; en ese instante en que la naturaleza nos deleita con esa imagen artística, es cuando llega la hora de su descanso.
El Doctor parte con todas las teorías de sus estudios en busca de una botella de agua mineral finamente gasificada, y unas empanadas de verdura. Deja por una media hora el consultorio en donde cuelgan, en las prolijas paredes, toda la materialización de sus estudios.
Fiel a su rutina se suma al cuadro artístico, posa sus glúteos en un banco ubicado a la orilla del arenero.
Los niños corren felices. Felices por falta de problemas, por falta de preocupación en los problemas o simplemente porque faltó algún profesor y los dejaron salir temprano de la escuela. Los nenes corren sumándose a la escena. Sus labios regalan sonrisas más luminosas que el mismo sol.
A pesar del alborto que ocasionan, al Doctor no lo inquietan. Por el contrario lo llenan de alegría, de mundo. Siente estar vivo. Hay algo más allá de las cuatro paredes que lo rodearon durante toda su mañana.
Con su cara larga, flaca, gris, con su piel resquebrajada y con su traje marrón gastado, donde esconde el diario del día, disfruta sus empanadas. Risas, pasamanos, vendedores ambulantes y algodones de azúcar envuelven su descanso.
El Doctor observa el columpio que impulsan sin dejar escapar. Con su mirada recorre punta a punta el pasamanos, calcula los kilos de fuerzas que se devora. Curiosea a la infancia; detiene su mirar en un niño, en una niña, en una hamaca. Los tres confundidos en una imagen, en una gran imagen.
Piensa. Piensa en la comunión que se produce, en lo que esconde ese subir y bajar, en los altibajos que alguna vez sufrió, en el mareo. Piensa, y se pregunta:
-¿Dónde quedó todo aquello?
El niño, la niña; la niña, el niño; se pelean, se retuercen, se presumen. Sus manos fundidas por lo pegajoso del algodón de azúcar que compartieron, sus rodillas empolvadas, sus remeras escolares manchadas por el helado que se les derramó. Helado que de sus bocas mutuamente se robaron.
Los dos chicos muestran toda su vanidad, su soberbia; y tan sólo para poder esconder por un par de años más su amor, hasta que la edad les permita confesárselo.
El reloj central marca las 12:25; la bomba de oxigeno se le agota y el hombre aún no desenfundó su diario. Él no se altera, quizá no se da cuenta, o simplemente no le importa y se da una licencia. Allí está saboreando en su imaginación las manzanas acarameladas, las cometas en el parque, los triciclos, los turrones. Saborea, y se pregunta:
-¿Por qué esos silencios...quién se llevó nuestras palabras?-
Los padres se acercan a sus chiquillos, se saludan entre sí, intercambian opiniones del clima y de la escuela. Los niños, mientras, tiran desde lo bajo las camisas y vestidos de sus mayores exigiendo la partida, no sin antes concretar un encuentro en la misma plaza para la tarde del otro día. Un encuentro donde tal vez se esconde un eventual novio, una eventual novia.
El arte se tiñe de blanco y negro. El columpio es empujado por el viento, el pasamanos escasea de deditos, la hamaca emite un triste sonido donde subyace su sed de aceite.
Son las 12:50; el reloj no da tregua pero el Doctor esta flotando en sus recuerdos, sin conciencia para tener eso en cuenta.
Se para, camina hacia el centro del arenero. Va sacando un paquete de cigarrillos, toma uno. Lo enciende. Fuma sin tragar el humo. Nuevamente posa sus glúteos, pero esta vez en la hamaca. Sus rodillas unidas bajo el cruce de brazos, los que le hacen de mesa para apoyar su mentón. Su cara arrugada como la de un cachorro suelta una lagrima que atesora nostalgia. Fuma, traga y se pregunta:
-¿Será tal vez porque no volví la tarde siguiente?-

Todo se va volcando en el bastidor. De a pinceladas se va grabando. El blanco y el negro se entremezclan, surgen los grises. Una lagrima; el tono justo. Unas pinceladas más para estar eternizado, y al final mi firma.La plaza, ahora en soledad. Todo el mundo se fue, pero el hombre, la hamaca, el llanto; todos en uno quedaron. Los tres confundidos en uno, en un cuadro.

martes, 17 de julio de 2007

Señor juez, no voy más al dentista

No voy más al dentista. Ni mis dientes, ni yo.
Hoy fui al consultorio.
-Buenas, ¿cómo anda?-
-¡HOLA! ¡Que grande que estás!- “Que grande que estas”, expresó a pesar de haberme cruzado en la calle hace menos de dos meses, que en términos de ver al dentista es muy frecuente.
Charlamos durante un tiempo. Me hizo sentir cómodo, pero todo era demasiado bueno, y me tuvo que mandar a sentar en su robótica silla.
Su operatoria y mi odio, comenzaron a manifestarse con una doble ración de anestesia. Una dosis tópica, y otra por vía de inyección. Allí fue cuando se despertaron mis sospechas, las que al poco tiempo quedaron sonambuleando junto a mis sentidos. Como para que no se diera la situación de tal manera con tanta droga a la que me expuso.
Toda la morbosa función duró una hora y media, si es que mis cálculos no fueron afectados. Luego tenía el temor a flor de piel. Sólo me animé a arriesgar las palabras justas, como para poder pagarle por su supuesto servicio.
Ahora estoy frente al espejo del antebaño y sonrío en busca de algún cambio. Lo único que encuentro es la cara de la ingenuidad, de la inocencia. La cara de un hombre abusado. Entonces pienso, pienso y recuerdo. Recuerdo lo poco que pude percibir. De pronto se esclarece todo: Me violaron; me violaron la dentadura unas manos enfundadas, propiedad de un cuerpo femenino escudado en delantal y barbijo.
Lo peor de todo, mis dientes hoy sufren bruxismo por la rabia, desde que saben que fue sin amor.

miércoles, 11 de julio de 2007

Edipo

Se la pasaban sonriéndose, peleándose, enseñándose, disfrutándose. Los dos posesionándose en distintos papeles.
A él le gustaba jugar a hacer de padre. Se disfrazaba entero con camisas, sacos, zapatos y corbatas. Siempre el mismo acto de volver del trabajo, preguntar que hay para almorzar, contar como fue su día e informarse de la casa. Toda su rutina acompañada de un beso en la mejilla de quien hacia el papel de esposa.
En cambio a ella, no le gustaba jugar mucho. Por eso solo hacia de madre tratando a su compañero de actuación como un hijo rebelde. A diario preparaba el desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena. Por las tardes se preocupaba en revisar las tareas de su niño, para luego darle de comer y llevarlo a dormir.
Así era, se la pasaban sonriéndose, peleándose, enseñándose, disfrutándose. Disfrutándose tiernamente, por que se veían censurados por la sangre para ir más allá.

lunes, 9 de julio de 2007

Mi verborragia

Mi papá tenia envuelto en unas sabanas a su gigante cuello, o a su gigante papada que acorralaba su pequeño cuello –la distinción visual de su fisonomía siempre me fue poco clara, y nunca me atreví a hurgar con mis manos por esas zonas, ya que de chico pensaba que los monstruos se escondían en los rincones-. Mi progenitor estaba recorriendo con sus cubiertos un jugoso bife de 7 cm de grosor y unas papas horneadas con crema.
Mi mamá mientras comía poco, hablaba mucho. Le hablaba y le hablaba a él –antes de escribir esto, es decir cuando no comprendía la verborragia de mi madre, me preguntaba si ella tenia un problema motriz en cuanto al habla por todas las palabras amontonadas que escupía-. Mi Padre solo asentía de a ratos. Ella mostrando sus gigantes dientes se reía de sus propios comentarios y los repetía constantemente esperando una respuesta por parte de él
Ese mediodía yo iba a jugar al fútbol, bah iba a quedar en un partido donde mis amigos jugarían al fútbol.
Entré a la cocina a despedir a mis padres. Mi papá como primera reacción introdujo su mano derecha en el bolsillo izquierdo del saco y sacó un billete de diez pesos, dirigiéndolos hacia mí. En ese momento mi madre cortó el recorrido del brazo, con un guisado de palabras en contra de la actitud de mi padre. Fue cuando me convertí en vocero de mi papá, sin saber bien lo que él quería, pero sabiendo lo que yo buscaba.
Mi mamá con su voz femenina bla, bla, bla, bla; yo con mi voz mutando por la adolescencia BLA, bla, BLA, bla –en realidad no existía un orden cronológico de exposición de ideas, más bien era un collage de ideas inentendibles para el otro: BlblablABLAblABLabLblBlBLbla-.
Durante la charla, o intercambio de visiones, o discusión, o pelea, o simple griterío sin sentido, me brotaron por primera vez mis genes maternos; de ahí en más se convirtió en un gen característico de mi persona la verborragia.
Todos mis músculos faciales se hallaron en pleno ejercicio, envueltos por un buen rato en una sopa de letras incomprensible para la razón de mi madre; mientras, mis oídos injerían todo la palabrería de mi mamá, y a causa de esto una otitis aguda. Lo cierto es que esa tarde quedé mareado de tantos verbos, sustantivos, verbos, verbos, circunstánciales, proposiciones, circunstanciales, sustantivos, proposiciones, sustantivos, circunstanciales. Y sin entender que había pasado me encontré tomando agua de un caño después del partido, mientras mis amigos disfrutaban una sprite helada recién comprada.

Mi primer golpe

La familia entera amontonada en un falcón marrón. Era una tarde infernal de enero. Mi hermana mayor junto a mi madre en el asiento delantero de acompañantes. En la parte trasera, mis otras dos hermanas rodilla a rodilla con mi hermano, que me llevaba sobre su falda: los dos haciendo de fiambres en ese sándwich consanguíneo.
Volvíamos con diferentes regalos de la casa de mi abuela. Mis hermanas solo habían recibido unos accesorios femeninos de mis tíos. Mis padres consideraban que ya no tenían edad para recibir cosas en este tipo de festividades.
En cambio, mi hermano y yo, estábamos repletos de juguetes. Nuestros tíos y abuelos nos hacían regalos comunes. Nos dieron una pista de carreras, una casa de playmovil y un cartucho de Mario Bros para el Atari.
Nuestros padres nos hicieron sus propios obsequios. A mi hermano le dieron unos guantes de boxeo -nunca pude llegar a entender como le suministraron con motivo de reyes un instrumento que fomenta el odio-. Él estaba contentísimo, poseído por un boxeador de nombre Carlos al que la televisión siempre mostraba metido en problemas, los que no eran precisamente deportivos; golpeaba a todo lo que se movía, sin importar que era, con una impresionante rapidez.
Recuerdo que gracias a ese domingo se me cayo mi primer diente -de leche por suerte-, de la mano de mi hermano. Y así fue que me quede indefenso en el llanto, con una respiración entrecortada, sin siquiera amagar defenderme con mis nuevos lápices para pintar.

jueves, 5 de julio de 2007

Roles

Me tildo, me recupero y regalo unas palabras a la habitación:
-¿Qué estaba por decir...?-
-Si lo supiera, realmente no estaría en este lugar- me contesta ella.
Yo me arriesgo, presumiendo inteligencia:
-¿Por las posibilidades que te abriría el poder saber qué piensa una persona? o ¿por el simple hecho de saber lo que yo te diría?- Digo esto, y acompaño mis palabras con la perversa imaginación de estar en una cama con ella desnudo, por si ella posee la capacidad de leer la mente.
-Justo eso me molesta de mi madre, cree que sabe todo. Por eso BLA...BLA...BLA…- Un profundo odio toma poderosamente su ser. Mientras, mi inconsciente me traiciona y se apodera de mi sentido del habla:
-Me gustaría estar entrelazado con tus piernas, en una espaciosa cama de sabanas blancas. Ojalá tuvieras el poder de leer mi mente, así lo sabrías y yo no me sentiría mal, ya que me lo hubieras robado de la mente ¡Las cosas que podría hacerte...! No sabes hasta dónde podría llegar...-
-Doctor- Chasquea los dedos, y continua diciendo- Doctor, se acabó la hora de sesión- Interrumpe el monólogo ruborizada.
Yo me recupero de forma brusca, sin entender muy bien lo sucedido. Inmediatamente me levanto de la carnosa silla y la saludo. Y mientras ella se va junto al cartel que cuelga del lado exterior, anunciando “Psicólogo”, me dice sonriente que recuerde el slogan de la clínica.

miércoles, 4 de julio de 2007

Suelas gastadas

Las hormigas se devoran mis zapatillas. Estoy seguro.
En busca de una solución, se lo comenté ayer al jardinero de casa, pero él me recomendó visitar a un médico. El médico me mandó a un traumatólogo. El traumatólogo decidió enviarme a un colega, especialista en ortopedia. El ortopedista, a falta de solución me sugirió visitar al psicólogo. El psicólogo finalmente me derivó a psiquiatría.
Yo realmente no comprendí el fenómeno de mi calzado; luego me dieron una explicación. Según me dijeron se trata de la acción de tanto uso. Que es imposible que las hormigas me consuman las suelas de las zapatillas. Ellas no gustan de comer gomas. Pero yo, por terquedad, miedo, o inseguridad. Me reservé dudas. Por eso de ahora en adelante me pondré Raid para salir a estas calles, no vaya a ser que me dejen descalzo en medio del caliente cemento.

Nostalgia de una juventud

A todos los egresados en el 2003

Los tiempos han cambiado, lo sé. Antes esto no era así. El proceso era artístico, pura imaginación y se fomentaba la amistad. Además era una fuente de trabajo para mucha gente. Pero hoy no es así, a los pibes ya no les importa.
Estaba todo planificado de antemano, cada detalle observado. Era una organización de la puta madre -tanto que, hasta me atrevo a decir, que merecen estar en la dirección del país los mentores del sistema-.
Vos te podías comunicar la noche anterior al hecho con un amigo, o bien en la misma puerta de entrada improvisar la escapada. Eso si, siempre era necesario cumplir todos los requisitos. A saber: respetar los recorridos ya tomados, cerciorarse del color de las banderas, verificar bien la cantidad de personas y por ultimo cumplir los mandatos de lealtad.
Mejor les explico un poco acerca de los requisitos. Como bien ya les dije, se trataba de una organización, su estructura de funcionamiento estaba basada en la verificación de ciertos requisitos, es decir en un orden preestablecido. En cuanto al origen de los recaudos, nunca se supo bien quien los hizo. Yo, escuché diferentes versiones; algunos decían que era basado en reglamentaciones de años antes de Cristo; habían quienes pensaban que las consiguieron de la mafia; otros en cambio –como yo- creían que las crearon unos pibes basándose en la costumbre.
Ahora bien veamos sobre los requisitos en sí mismos.
Cuando el reglamento establecía que debíamos respetar los recorridos ya tomados, era para evitar el amontonamiento, ya que de esa manera se hacia mas difícil que nos descubrieran. Nos informaban los caminos disponibles en las carpas, que eran quioscos –los que trabajaban para el organismo- ubicados en distintos puntos con todos los datos sobre lo ocurrido durante el día.
Lo que se necesitaba saber sobre las banderas estaba colgado en las carpas, justo a la par de la interpretación de los sueños de la quiniela. Cada zona poseía una bandera a la par, la que indicaba de acuerdo a su color lo conveniente o inconveniente de dirigirse allí. Algo muy similar a las banderas de la playa. Lo que significaba en la playa ser aplastado sin piedad por las olas, el color negro, era entregarse sin resistencia alguna para nosotros.
También nos pedían que los grupos sean reducidos, de cuatro miembros como máximo; igualmente mas de una vez hubo uno que otro líder que se animo a llevar gente para armar el picadito. Al igual que el primer requisito tenia el fin de evitar el tumulto, de lo contrario se estaba dando una pista para que nos capturen. Como ven, era muy remarcado no crear multitud, no llamar la atención, pasar desapercibidos. La consigna era pasar una mañana o una tarde, de acuerdo a tus horarios, en paz.
Por ultimo, y no por eso menos importante, se nos exigía deberes de lealtad. Estos no estaban minuciosamente reglamentados ya que había diversos. Se decía que existía una comisión observadora que se reunía en una asamblea general en caso de que exista un proceder que pudiera ser considerado una falta a los deberes de lealtad, algo así como en un club. A pesar de alabar mucho la estructura, no sé si era tanto como para hablar de una comisión. Pero bueno, lo cierto es que existían hechos que eran considerados faltas a los deberes de lealtad. Como ser el hacer una llamada –anónima o no, lo que influía en el castigo- denunciando el hecho, el famoso soplón; también era considerada una falta si el soplón denunciaba alguna carpa; el dejar a un compañero en alguna zona riesgosa sin avisarle la retirada era una falta gravísima para con la fraternidad; en fin había diversidad de casos. Lo que todavía no puedo saber si se consideraba una falta o no, era cuando a alguien se le salía la cadena en medio de una operación y tenia un proceder lo suficientemente riesgoso como para que nos pillen. Nunca lo pude saber, las veces que sucedió, jamás volví a ver al autor.
Como en todo reglamento, había sanciones en caso de trasgresión. Las sanciones variaban de acuerdo al nivel de trasgresión, a la voluntad con la que las hacia el autor, a las consecuencias que producía el hecho. Iban desde la simple suspensión por un par de semanas hasta la máxima pena, la humillación publica al ser expulsado de por vida de esta especie de asociación. De esta ultima pena, yo no conocí ningún caso. Pero me dijeron que alguna vez se dio cuando uno de los pibes denunció a una carpa y a todos sus compañeros en medio de un trabajo.
Todo esto ya pasó. Las épocas de suplantar las números y la geografía por ir a la plaza a refugiarse del sol bajo las pobladas copas de los árboles leyendo el diario quedaron atrás. El escaparse sin ningún timbre de salida a esos antros de mala muerte a jugar un pool con amigos se olvidó. Las carpetas vírgenes, o con tan solo algún juego como el pare carrito o el ahorcadito ya dejaron de existir. El excepcional desayuno colectivo se dejo de usar por siempre.
Ahora los cosas son de otra manera. Ahora a los pibes no les importa, no les importa nada de nada. Sin mínima carga de conciencia pueden mentirle en la cara a sus madres para poder faltar. Pueden mentir sobre síntomas de enfermedad que sienten, sobre algún paro, hasta hay algunos que son capaces de mentir sobre la muerte de alguna persona.
Se perdió la imaginación, se perdieron los valores del pasado, y con ello toda organización fraternal que a base de esfuerzo se había logrado forjar. Hoy no hacen nada, no respetan nada. Hoy faltan así no mas.
Por eso estoy aquí. Estoy oculto en mi tienda, a la par de la protesta de los vendedores ambulantes y de los docentes – a los que apoyo para que no dejen de haber clases.-. Estoy aquí con setenta y cinco años inscripto todavía en la secundaria. Estoy aquí escapando de los claustros. Estoy aquí yuteandome, y lo que es yutearse; no como los traidores que se refugian del frío, con una enfermedad inventada, bajo las colchas de sus camas. ¡Estoy aquí rateándome y protestando en la Plaza Independencia para que los tiempos vuelvan a ser como antes!

Plaza Independencia, San miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina.2082

Shebus

Juan, o Jhon -como se hacia llamar en honor a un tal Lennon-, vivía con el desencuentro. Con el desencuentro de una mujer, no de la mujer que estaba a su lado, sino de la que estaba en su mente, en su corazón, en su alma. No la podía comprender, y mucho menos materializar. Se pasaba los días buscándole una forma y luchando por comprenderla.
La relación con la mujer que tenia a su lado, a pesar de conocer su forma, era bastante parecida, ya que no la comprendía; pero a diferencia con la relación de la mujer que habita en su mente , en su corazón y en su alma, es que no hacia mínimo esfuerzo para conocerla. Con el tiempo se propuso acudir a la ayuda de profesionales.
Primero comenzó con lo mas tradicional, un hombre que intentaba emular a Freud y él. Luego se animo a lo grupal, el mismo hombre que seguía intentando emular a Freud, muchas personas que creían tener problemas parecidos y él. Mas tarde siguió en lo grupal y se alejo de lo tradicional haciendo Yoga, muchas personas que creían tener problemas parecidos guiados por una alargada mujer elástica que estaba más allá. Decidió dejar lo grupal por que se veía inhibido por sus compañeros de dolor. Se introdujo a la individual pero continuando la línea de lo no tradicional: con el Reiki lo único que consiguió fue sentirse débil, sentía que le robaban energías en cada encuentro.
Con tantas terapias y seudo terapias le dejo de importar entender a cualquier mujer y no solo a la que busco en un principio. Ahora se encontraba seducido por esas ciencias. Creía que podía lograr un negocio rentable con el tema de las terapias.
Fue cuando comenzó a comprar velas aromatizantes e inciensos, puso un cartel en la puerta de su casa que informaba “Shebus. El arte de la relajación corporal y muscular”, y se quedo, mientras elaboraba una practica lo mas espiritual posible, esperando una clientela, una clientela que nunca llego. Pasaron las semanas y no llegaba un solo cliente.
En el transcurso de dos meses llego un cartero, pero un cartero con una carta de amor por equivocación. En el momento que descubrió que la carta de amor era para otra persona recordó como había empezado su aventura por las terapias. Como había pasado por el analista, por los grupos de autoayuda, por el yoga, por el reiki, hasta llegar al Jebus. Allí se le presento nuevamente la propuesta de comprenden a esa mujer que lo acompañaba en su ser. Pero quiso rechazar el llamado ensimismándose en el proyecto Shebus.
Igualmente cuando buscaba la espiritualidad en su mas adentro se encontraba invadido nuevamente, navegando por los mares del amor. Buscándola. Era tanta la fuerza interior, el Ki que había logrado, o quizás solo se trato de resignación que se quedo allí adentro. Y sin importarle la forma, que nuca logro imaginar, se sumergió.
El día de hoy vive comprendiéndola en todo a la mujer de su mente, de su corazón y de su alma.

domingo, 21 de enero de 2007

Toquen fuerte

¡Cómo me molesta! Mucho. Me molesta mucho, muchísimo. Me enfado de una manera incontrolable. Me pongo violento. Me fastidia demasiado que me pidan que baje el volumen de la música, que me digan relájate, la música tiene que ser de fondo, así no se puede hablar. Me produce repulsión que me digan eso. Me siento ofendido, ciño mi alma con la de un músico y creo que es una falta de respeto que digan que es para fondo.
Música de fondo ¿que es eso? ¿música de ascensor? No tengo nada con los creadores de la música de ascensor, pero eso no es realmente música. Eso es un trabajo como ser abogado, ingeniero o contador. No es arte. El arte es para relajarse... Sí, pero para dejarla ser en nuestro adentro. Para que nos alborote la conciencia, el subconsciente y el inconsciente. Las melodías son para sentirlas, para dejar que vibren en el interior de nuestro cuerpo, para que se entremezclen con nuestros seres. No para que esté de fondo. Para fondo son los ritmos de dos notas de las publicidades mediocres de algún producto de empresas multinacionales, no el arte.
Me molesta que callen al arte, por eso si me piden que calme a las almas grabadas, no hago caso. No hago caso, y desafiante hago oídos sordos subiendo el volumen al máximo.

sábado, 20 de enero de 2007

Liberarme y poder descansar

Camino por un boulevard volviendo a casa, esquivo las miradas. Nadie me mira, pero yo juego a esquivarlas. Pienso que me encuentro realizando una misión de sumo secreto para un grupo de revolucionarios estrategas que planean cambiar esta ciudad. Cambiar la ciudad y quizás el país. Pero por ahora en sus proyectos a corto plazo está como objetivo esta ciudad. Dejar la gente buena, eliminar la mala, poner un aire acondicionado central en la urbe. El aire acondicionado en el parque principal.
Da la casualidad que me imagino el aire acondicionado y de repente registro una impureza en mi garganta. Siento como si un pecado me molestara en mi cuello. Hago un esfuerzo con los tendones del soporte cerebral, elevando así a la boca una espesa sustancia. Es verde. Llena de suciedad. Contaminada, aseguro que viene del alma. Debo salvarme. De repente vuelve mi devoción a Dios. Debo deshacerme de ella, de esa maldita producción de la nicotina. Nadie sabe que puede suceder en el instante siguiente. Si quiero llegar a las puertas del cielo debo desecharla.
Respiro profundamente con disimulo por mis orificios nasales. Y, luego de un recorrido alentador por mis órganos internos, lo que quedó de lo que fue oxigeno despedido por un empujón de mi cuerpo, se va por mi boca. Junto a él, una cama en el infierno hecha flema.
Estoy aliviado, liberado como un santo. Pero tengo un remordimiento. Me pesa mi obligación, mi trabajo. Por primera vez me preocupa el trabajo. Será por que me agrada trabajar para algo que realmente me gustaría que sucediera. Creo que me van a despedir. Los revolucionarios que me contrataron, lo hicieron para salvar la ciudad, para embellecerla. Mi salivazo no ayudó en nada. Mi baba contribuyó solo a contaminar aún más este lugar.
El próximo que respire alrededor de las cuatro baldosas que cercan mis miserias, estará contaminado, estará contagiado ¿Como no perder el trabajo? Pienso. Debo cuidar que la gente buena no lo respire, que si se contamina alguien, sea la gente mala. Aunque no me contrataron para eliminar a nadie, creo que me lo agradecerán mis jefes.
Rodeo el escupitajo, celoso lo protejo. Un agudo sonido fugaz, despertador. Es el freno de un auto. Me devuelve a la realidad, la deslizada de las llantas. Me doy cuenta que en la próxima esquina debo doblar a la derecha para ir a mi departamento. Me invade el mundo de verdad. Me invade nuevamente, la idea de que no hay nadie que quiera cambiar a esta ciudad. Me invade, y yo ahora solo deseo doblar en la esquina para volver a casa y descansar.

La magia de internet

Otro día. Otra noche que me escapo de la rutina, que rompo las cadenas que me atrapan a ella. Me entrego a navegar por las aguas digitales de la Internet. A encontrarme con alguna amante desconocida. A seducir en ficciones, con algún personaje de mi imaginación: alguna estrella de rock en potencia, algún pintor surrealista en escala, algún surfer de riachuelo esperando el océano. Quien sabe.
Me abrazo a volar con mi mente; que me lleve a donde nunca estuve, ya sea por poder, por el deber o por el querer; que el monitor me disfrace, que enfunde mi personalidad en esos refugios de solteros que esperan a un nuevo tren o a su único tren; que la correspondida se sienta engatusada por mi fantaseo. Así poder sentirme libre, sentirme pecador por unas horas. Ser infiel. Saberme astuto. Hasta a veces dejo encendida la computadora. Dejo para que ella me descubra, y ocultarme en que yo no me llamo ni Juan, ni Bautista, ni Simón. Siendo aun más pícaro, ironizando... ¿Yo me llamo Gonzalo?

jueves, 18 de enero de 2007

La revolucion, en las calles esta

Ahí estaba él. Todo empolvado el lomo. Su pelaje duro, sucio, marrón, teñido de marrón por todo su andar. Seiscientos días de soledad en la calle. Descubriéndose paso a paso.
Se había escapado; se había alejado de las comodidades que le ofrecía el día a día; a conocerse, a interiorizarse.
En el poco más de año y medio que recorrió solo había conseguido unos cabellos con rastas a duras penas y unas enfermedades inconcebibles para alguien de su raza. Pero con el tiempo también llegó a cambiar el rumbo. Alcanzó algo especial. Pudo vencer los prejuicios de muchos caricaturistas. Logró la amistad con un felino. Quien lo guío para enfrentarse a las mañas de los callejones. Lo educó a conquistar con las miradas. Le enseñó a auto bañarse en salivas.
Se metieron en mil problemas. Y como se metieron, salieron. Eran imparables. Conseguían comida, librarse de todo enemigo, llegar al corazón de las mujeres que quisieran.
Tenían sus diferencias.
A él le gustaba jugar a asustar a los repartidores, repartidores de lo que fuera, ya sea de diarios, de leche, de correo. No importaba. El amaba asustarlos. Era una obsesión nunca tratada.
Su compañero era más tranquilo, más silencioso. Mucho más pensativo. En su mudez buscaba entender al mundo. Amante del orden. Podría haber sido incompatible la amistad, pero no fue así. Se entendían. Como toda amistad se aceptaban, al fin y al cabo de eso se trata. De aceptarse. De aceptar al otro tal cual es, sino no funciona. Fue tanta su amistad, su compañerismo, que terminó por revolucionar la ilustración. Cambió el paradigma de la animación. Las productoras infantiles debieron adaptarse. Tanto es así que hasta hoy les rinden honor con un programa inspirados en ellos. Un programa con su media hora diaria durante toda la semana. Un programa que invita a romper con los esquemas, a deshacernos de los prejuicios. Un programa, un perro, un gato. Un gato, un perro, hecho uno. Hecho un catdog. Un catdog.

miércoles, 17 de enero de 2007

Todo sea por los kilos

Recuerdo el partido de anoche. Fue una guerra. Fue una batalla, no una guerra. Faltan todavía varias batallas de esta guerra, de este campeonato.
Nuestros hombres quedaron destrozados. Perdimos a uno. Lo perdimos en una jugada de uno a uno. Esas luchas en que los movimientos ofensivos, los movimientos defensivos se reproducen en cámara lenta. Al eludir al rival, Juan, fue sorprendido por un pie traidor, por un tramposo palo en la rueda. Allí fue cuando la gravedad lo venció y cayó al suelo rodando sobre si.
Debemos buscar un reemplazante. Un reemplazante en serio. Nuestros suplentes son solo una imagen, son para consuelos de ellos mismos, para que puedan recibir honores si ganamos la guerra o para que queden en la memoria con orgullo si es que la perdemos. Llamaremos a algún viejo amigo olvidado que conozca sobre el arte del balón, o mejor aún, a algún profesional del balón. Contrataremos a alguien, como hacen las grandes naciones con los mercenarios preparados por años. Eso mismo haremos, contrataremos a algún jugador con antecedentes, con entrenamientos soportados en sus pantorrillas. Esos mágicos jugadores de toda la cancha.
Todo sea por esta guerra. Al fin y al cabo los fines justificaran los medios. Nosotros igualmente sentiremos la camiseta. El que no lo hará será el contratado. Aunque le pagaremos, si es necesario, tanto como para que lo haga. No tenemos otra alternativa, frente a contrarios que se preparan con todo. Se preparan diariamente dos sesiones. Injieren productos químicos de alto contenido radioactivo. Por eso, ¿por qué nosotros no podríamos contratar a un jugador que disminuya un poco la diferencia que existe entre nuestros contrincantes y nosotros? ¿Sería eso injusto? Es más, por como son estas batallas y por como es el entrenamiento de los otros, creo que esto de pagar por los servicios de alguien, dejó de ser una simple opción, para convertirse en una obligación del equipo para con nuestra gente.Las batallas cada vez son más feroces, es como si no se peleara simplemente por el premio de los kilos de vaca para el asado, sino por nuestros kilos. En una especie de canibalismo salvaje se convirtió el campeonato. Quizás son los productos que toman los otros equipos que los hacen ponerse tan tensos y monstruosos como para devorarnos.
Siempre me dijo mi padre que eso de tomar productos era un peligro. Yo pensaba que era un peligro físico pero sucede que también es una cuestión psíquica.
Ellos buscan ahora nuestros kilos. Nosotros nuestros kilos. Todos buscan nuestros kilos. Pero mientras ellos buscan los kilos que nos quedan, nosotros recuperar los que perdimos en todos los partidos.
Creo que deberíamos solicitar la modificación de nuestra inscripción, y en los formularios inventarnos alguna enfermedad de contagio por vía oral, para que se olviden del hambre; o empolvorearnos con algún condimento en mal estado que con la mezcla del sudor dé un muy feo sabor, y que así jueguen por los kilos del campeonato y no por los nuestros. Además deberíamos informarles que la final es un kilo y medio por persona de carne de vaca. Si nos devoran a nosotros, con lo flacos que estamos, nos van a sacar dos kilos por cada uno. Pero si tienen en cuenta que esos dos kilos son abriéndonos, ensuciándose en sangre, raspando todos nuestros huesos; toda esta tarea que los haría perder un kilo en transpiración aproximadamente, y quedar descalificados. Les es más conveniente seguir compitiendo sanamente por el premio final. Y si pueden ganar la guerra, ganarla. Por que ganar la guerra es ganarle a la vaca.